La hora aciaga


La hora aciaga en la que los castillos de naipes comienzan a derrumbarse
El fatídico suceso de instantes durante los cuales se puede escuchar el suave clic del derrumbe
Lento, inefable
La hora en la que la gota, en su inocente y brillante caída genera el derrame
Cuando la evidencia se vuelve tangible
Y ya no hay escondite
Ese tránsito a través del sopor, donde todo parece ser luces, y no es más que un sinfín de agujeros en la trama
Y ni siquiera por uno de ellos entra la enormidad de nuestra pobre alma
Esa es la hora en la que las palabras escapan y vuelan a su imaginado destino
Destino mudo si los hay
Es la hora en que las imágenes se agolpan
En su vano intento de ser desplazadas, mágicamente, por una explosión definitiva que no termina de llegar
Y es la hora en la que las lechuzas demuestran por qué son sabias, llamándonos finalmente a silencio.

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