SIN LUGAR PARA LOS DÉBILES

(ATENCIÓN: No leer si es usted impresionable o sensible a enojarse por la sinceridad y crudeza ajenas.)

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Tengo que admitirlo: odio la debilidad.

Odio la debilidad ajena. 
Detesto esas formas de escape que tienen algunas personas. De lo ajeno, de lo propio. De todos los miedos… con más miedo.
Así como también detesto las formas de ataque, frontal o solapado, que representan más debilidad.
El que se rinde a los miedos, pero no de frente diciendo "no sé qué hacer con esto" e intentando sobrepasarlos de alguna manera, sino aquél que dice "tengo esta fobia", "soy así". Y asume que el mundo es demasiado para él en ese aspecto.
Cuando veo a alguien que esgrime su debilidad como una fortaleza, como una marca, o casi como una carta de presentación. Y a su vez la muestra como debilidad otra vez, poniéndose en falsa víctima… se me rebela algo adentro que quiere salir violentamente.
Aquellos que dicen "yo no puedo hacer esto, no puedo hacer aquello", haciéndose los superados, asumidos.
Aquellos que frente a una situación de crisis escapan como rata por tirante, bajo el pretexto de auto-protegerse debido a su falta de capacidad para enfrentar las cosas.
Los que lastiman a otros y sin ver su responsabilidad dicen "ah, vengo fallado".
Y sobre todo el que te cuenta todas sus trabas. Te las tira encima con acciones, sin el menor intento de evitarlo. Y después te suelta un amigable "yo te avisé".
La gente que camina en la delgada línea entre la "sanía" y la "locura", definiendo siempre e impunemente el peso para el lado de la segunda cuando no saben qué hacer consigo mismos.
Aquellos que usan y abusan de medicamentos y vicios atribuyéndolo a su debilidad y su declarada incapacidad para hacer otra cosa.

He visto mucho. He sentido mucho. Consentido mucho. Sufrido mucho.
Me ha golpeado la debilidad ajena por todos los flancos. Me hizo agujeros, pozos sin fondo que parecen tener el poder de multiplicarse.
La debilidad de la gente ha sacado lo mejor y lo peor de mí. Mi compasión y mi odio. Mi amor y mi desesperación. Mi apoyo y mi lejanía.
Es así. Detesto la debilidad.

Pero en realidad, y lo que es el fondo del asunto… detesto la mía propia.
Que cada una de esas facetas mostradas por los seres con que me he cruzado en esta vida, voluntariamente y no, reflejen alguna mía con la que a veces no sé qué hacer.


Es que, ya sabemos… no hay lugar para los débiles.

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