M e acompañó largamente la imagen de sus pasos inseguros en las habitaciones de esa casa que yo nunca conocí. Siguiendo los pasos seguros de otro hombre, su padre y sus silencios, historias de hospital a la hora de la cena, callando él, al bullicio de sus hermanos. E n el patio era rey, el naranja de las mandarinas robadas a la vecina, al sol, desde el paredón, en silencio risueño, silencio pero audaz. E n la casa silenciosa, escuchaba la música en compases, comprimida entre tareas, -a través de las cortinas los hermanos afuera, gritando ¡guerra!- ; “¿qué instrumento es el que suena?” “¿quién canta ahora?” “¡decime si es adagio!”, él siempre interrogado por el hombre, por su padre, y sus silencios. Él siempre respondiendo. P ero en su cuarto pequeño, al cepillarse, al cumplir y terminar, ahí abría sus alas, la imagen de su propia música sonando en el espejo, bailando para nadie, soñar y saltar, más allá. D ónde habrá ido el niño, todo vien...
Si no sirve para pensar qué es el tiempo, quizás sirva para algo:
ResponderBorrarDel tiempo elijo la hora en que me pensás
de la hora en que me pensás elijo los últimos dos segundos
de los últimos dos segundos elijo la intensidad
de la intensidad elijo el perfume de tu jardín
del perfume de tu jardín elijo tu trabajo sobre la tierra
de tu trabajo sobre la tierra elijo el agua que da vida
del agua que da vida elijo que me salpiques con tu risa
de las salpicaduras de tu risa elijo tus ojos sin red
de tus ojos sin red elijo el desequilibrio de tu alma
del desequilibrio de tu alma elijo tu música y poesía
de tu música y poesía elijo el libre albedrío de tus manos
del libre albedrío de tus manos... no me pidas que elija yo.
Siempre querré que ellas elijan más.