los amores secos

La mujer caminaba por el sendero
iba sola, sintiéndose sola
Los ojos miraban el cielo
y el mar, más allá, a lo lejos

La mujer sentía sus pies
no sus zapatos, su propia pisada
Las manos caían exangües
esperando al tiempo, y su paraíso

El pelo de fuego flotaba sin prisa
demorando espirales, de nada
La mujer y sus pasos, sola
ya ni siquiera desesperada

Como de lejos de pronto, 
le llega, no sabe de dónde
la voz de una niña gritando asustada
¡Mamá, que me han pinchado los amores secos!

Busca a lo largo del camino
señales visibles que le enseñen
qué son esos amores, 
que secos lastiman a una niña

¿Amores secos? ¿Qué son esos?, se pregunta
Recuerda de pronto un mundo de palabras
o habrán sido silencios
porque no sonaban a nada

Amores que creyó que encendían
el fuego de la mirada
que volaban sin destino cierto
o sin otro que ser pasión con alas

Amores nutridos con agua
durante el tiempo de las mariposas
para encontrar luego que eran pozos
sin nada, nada de nada

Amores secos son los que hubo
los que habrá y los que recuerda
de pronto la mujer sola
y de eso siente que la niña habla

Pero ¿tan pronto en su inocencia
podrá entender la niña semejante dolor humano?
Mira mejor y encuentra
los yuyos que, con ese nombre nombrados, pinchan la piel al que anda

Y en el sendero, camina sola
recoge flores secas con espinas
que dañan a las niñas
que andan por ahí descalzas

para que, desprevenidas,
no las pinche antes de que crezcan
una flor inocente, porque el dolor será más tarde
(garantía humana) no en la piel sino del alma.




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